El día del Watusi
"Es doloroso enumerar mis padecimientos uno a uno", hubiera tenido que decir, pero le expliqué todo. Era la primera vez que lo hacía. Todo. Cada instante. Desde que Pepito el Yeyé, y el ahora follador arrogante estaban pescando aquella mañana del quince de agosto, hasta la madrugada siguiente en que volvimos a pescar al mismo sitio y allí abajo se mecía el cuerpo de todo lo que yo no quería ser, de todo lo que podía ser, de lo que era y de lo que no era.
Entre las sábanas, hice de hierro las aventuras que marcaron el fin de mi infancia. Sucesos que abundaban en el ridículo se volvieron lo que también debían ser: una chica violada y asesinada y un mercenario bailarín ejecutado un día de lluvia y sofoco en la montaña. El oprobio, el adiós a la miseria evidente y el hola de nuevo a la miseria moral. Un cambio de vida por lo que pudo ser tragedia, el silencio que como una gran sábana blanca se tendió a partir de ese día sobre ese día entre mi madre y yo. Momentos de hierro de los que siempre había huido y, pugnando por repetirse, siempre volvían como si los requiriese. Lo intangible y lo chocante, las señales en el cielo, las W en las paredes, un gitano intentando salvar a una especie de madre, fingiendo sin cesar y sin remedio, inventando, inventándose, o enunciando verdades que estaban más allá de mi comprensión. Un gitano cojo bailando. Suecas en el agua, mientras un chulo me habla de asesinatos en la selva. Una puta quinceañera chupándomela por un colgante de jefe indio. Todos con una historia que contar (por lo menos) sobre la gran incógnita, sobre el que acabó flotando, sobre al que atribuyeron, o tomó el nombre de una canción que yo no sabía que era mi canción, hasta que Guillermo Ballesta, en su locura, me había dicho que todo el mundo tenía su canción.
El día del Watusi, Francisco Casavella. Ed. Destino (pag. 542).
Llegir una novel·la i trobar-hi tantes respostes. Llegir-la i gaudir-ne, i tenir el convenciment que aquell qui la va escriure també hi trobava un cert gaudi, en escriure-la, en repassar tantes possibles respostes a les preguntes de sempre.
El día del Watusi, Francisco Casavella. Ed. Destino (pag. 542).
Llegir una novel·la i trobar-hi tantes respostes. Llegir-la i gaudir-ne, i tenir el convenciment que aquell qui la va escriure també hi trobava un cert gaudi, en escriure-la, en repassar tantes possibles respostes a les preguntes de sempre.
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